Rosa Amelia


No me gusta mi cuerpo. ¿Qué hago?

Tu cuerpo no es el problema, el problema es lo que crees de tu cuerpo – Mira Adentro, despierta y brilla.

¿Qué pasaría si te dijera que no existe mujer en el mundo que te entienda mejor que yo?

Puedo decirte con seguridad que la historia con tu cuerpo, aunque creas que es la peor, si es que yo misma ya no la viví, créeme, ya la transité acompañando en sesiones de Imagen Personal a alguna hermosa mujer que llegó a mi, con el mismo pensamiento que hoy tienes tú y que yo mantuve por varios años.

Se que las redes sociales hoy proclaman el mensaje del Amor Propio y la valoración personal con bombos y platillos, pero hace 10, 20 años, no era así.  Crecimos en una sociedad donde era evidente que se valoraba mucho más el físico, el envase, por encima del alma, el contenido…y eso, queramos o no, queda grabado en el subconsciente y actuamos sin darnos cuenta en consecuencia de nuestras emociones.

No te quiero mentir, mi caso ciertamente, no era el de “No me gusta mi cuerpo”, a mi lo que me parecía terrible era ser una mujer gorda.  Sí, tal como lo lees.

A los 12 años mi corazón se quebró cuando escuché a mi papá, que era en ese entonces el gran amor de mi vida, decirle a mi mamá que debía llevarme al doctor porque… “esa chica está muy gorda”…..fue honestamente ¡devastador!, mi papá, mi rey, mi cielo, mi todo, confabulaba con mi mamá a mis espaldas para llevarme al doctor porque estaba “defectuosa”.

Al día siguiente mi mamá me acompañó al endocrinólogo, un hombre mayor (que déjame decirte, delgado,…NO ERA).

Lo recuerdo como si fuera ayer, me dijeron que pesaba 67 kilos y que mi talla era 1.68.  Viviendo en una familia donde la que cocinaba (mi mamita) lo hacía todo con frituras, harinas y procesados, era imposible que mi cuerpito de 12 años no tuviera sobrepeso.

Pero el sufrimiento no fue sólo mío.  Mi papá delegó en mi mamá la preparación de las comidas especiales que el doctor me había prescrito, así como las salidas a correr.  ¿Sabes quién sufrió más que yo?, mi mamá.

Yo no sabía hasta ese momento, que mi abuela siempre le había dado frutas, verduras y la había alimentado con comida real, saludable, ella, al casarse con mi papá descubrió

todo un mundo de “manjares” donde las verduras eran lo último que se incluía en su cocina.

Me tenías corriendo varias vueltas al parque con una mamá estresada que ya quería volver a casa para hacer sus quehaceres habituales (ella nunca fue deportista), y encima, tenía la tarea de hacer doble comida, (hasta esa edad yo no  había entrado a la cocina).

Un día no aguanté el maltrato, porque claro, ver a tus hermanos comer papas fritas, bisteces rebozados con harina de trigo y tú comer 3 verduras crudas sin sazón horrorosas, pues los primeros días, no eran lo mío, así que esa noche, me acerqué a mi papá y con coraje y desilusión le dije: “TU NO ME QUIERES, SI ME QUISIERAS ME QUISIERAS AUNQUE FUERA GORDA”, y me eché a llorar.

Mi papá fue muy sabio al decirme, “china, porque te amo, te pongo a dieta, yo no quiero que a mi hija le de un infarto”…después de eso se mandó con la explicación de cómo funciona el corazón y que si no hacía deporte y me alimentaba sano, podía enfermar.

Honestamente, su justificación me dió paz, sentí que fue honesto y empecé a ver el ejercicio y esa comida que hasta ese momento era horrible, de otra manera.

Ya no más salir a correr con mi mamá, me inscribí en un gimnasio, ya no más que mi mamá hiciera mis ensaladas, encontré que si le agregaba cebolla a los platos, todo mejoraba. Cuando cumplí 14 años, modestia aparte, era una de las chicas más llamativas de mi barrio y pues claro, me hice enamorada del chico “más guapo” de la cuadra, hoy padre de mi hijo. (Esa historia te la cuento otro día).

Perooooooooooooooooo, queramos o no, lo que vives de niña te marca, deja huella en el subconsciente, y no te das cuenta.

Mi adolescencia y juventud temprana mantuve un peso estable, delgado y armonioso, mi hijo nació cuando tenía casi 21 años, mi embarazo, lo máximo de dulces que comí fueron los higos que mi abuelita me daba como postre luego de algunos almuerzos, harinas cero, di a luz y de inmediato recuperé mi figura de antes del embarazo.

¿Sabes que estuvo en mi cabeza todo ese tiempo?

¡YO NO QUIERO SER GORDA!

En esa consigna titánica consumí pastillas sin prescripción médica que sólo alteraban mi sistema nervioso central, fumaba y masticaba chicle para engañar a mi estómago, iba a los cumpleaños y reuniones familiares diciendo que ya había comido antes de llegar, pedía el postre para llevar y nunca me lo comía. Me las ingeniaba para que nadie se diera cuenta de que me había convertido en anoréxica.

Te voy relatando mi proceso y recordar cuántos años viví así, Dios, ok, empezó a mis 12 años y lo mantuve casi hasta los 22, en esa etapa de mi vida, ya había salido de la universidad, mi primera carrera fue Derecho y Ciencias Políticas, la curse antes, durante y después de mi embarazo, con decirte q me fui de vacaciones de verano, di a luz y nadie podía saberlo porq mi cuerpo, estaba igualito…, bueno, terminando mi 6to año de derecho decidí criar a mi hijo en exclusiva unos años, y empecé a subir de peso, supongo que el relajo de estar en casa, cocinar para mi niño, para mi esposo, la verdad, no sé qué pasó, de pronto, en 1 año, había subido entre 5 y 7 kilos, que claro, no son muchos, ni tampoco tan notorios, pero mis ojos lo super notaban.

Perfecto, retomemos las pastillas, el gimnasio, la comida sana, y ¡es mejor si no comemos!

DORMÍA FAJADA, literal, me peleaba con mi esposo porque él me decía que no era saludable dormir apretada y yo le decía que no me importaba lo que pensaba, yo iba a marcar la cintura como fuera.

Rápidamente bajé lo subido y continué así por años, añossss, hasta mis 33 más o menos.

¿Te aburrió la historia?, ¿me paso de frente a cómo me amisté con mi cuerpo y mi salud? o ¿está entretenido? jajajaja déjame en los comentarios si te gustan las historias largas o eres más de leer cuando las respuestas están casi en las primeras líneas.

Me separé del papá de mi hijo a los 30 años, luego por vibración (creo que atremos a las personas correspondientes a nosotras en cada etapa de nuestras vidas), conocí a un ariano deportista como yo, cuidaba sus comidas como yo, entrenábamos juntos y nos preocupábamos por el cuerpo físico a la par, al inicio era genial, pero con el tiempo se volvió monotemático (querido negro, no creo que leas mi blog, pero si pasas por aquí, que sepas queeeeee, te quiero mucho, pero hay que ser sinceros) jajaja…..con el tiempo lo que en un inicio me encantó, llegó a aburrirme, sentía que él se preocupaba más de las calorías que yo comía, que yo.

Esa relación empezó a abrir mi panorama cerrado a que realmente, el físico no era lo más importante.

Mi siguiente relación, (y si, tengo que añadir que soy una convencida de que las personas que elegimos para tener una relación,  son nuestros mejores maestros), fue un hombre que a decir verdad, siempre me hizo saber que le daba lo mismo lo que pesara y por fin me pude relajar con el tema.  En esa relación subí los primeros 10 kilos (de casi 30) que luego te contaré.

Tenía conflictos conmigo misma, seguía pensando que SER GORDA era un problema estético, pero a la par, íbamos a restaurantes de cocina del norte de mi país, me hacía recordar tanto a mi papá, era de dar y dar y dar todo lo que tenía, pedía plato tras plato, y uno más y otro para llevar, y nos alimentaba como si fuéramos una familia de 4 jajajajaja.

¿Te diste cuenta de lo que escribí líneas arriba?

Sus acciones me hacían acordar a mi papá, un hombre que lo daba todo, amor, cariño, protección, comida comida y más comida. No me di cuenta, y ya había subido 10 kilos.

Al separarnos decidí no tener pareja por un buen tiempo y cambié mi forma de ver la belleza.  Me di cuenta que esos últimos años con él me habían regalado la libertad de sentirme plena con mi cuerpo, con mi peso y quería continuar sintiéndome así, pero ahora sólo conmigo.

Te contaré que los años siguieron pasando y ahora no decía que no a la comida en las reuniones, decía, “claro que sí y sírveme más”. Entendí que mi valor no estaba ni estuvo NUNCA en cómo me veía sino en lo que le podía aportar a los demás.

Luego de unos años, entendí que si, por salud no podía seguir pesando 94.300, ese fue el peso al que llegué, simplemente porque me dió la real gana.

Hoy por hoy he encontrado mi propio balance.  Cuido lo que como pero no “para verme mejor” sino para alimentar mi cuerpo y con esa nueva consigna es que he ido perdiendo los kilos ganados, creo que ya pasé la mitad del camino y es que tampoco quiero pesar 58 kilos como cuando sólo bebía agua, café y sopitas de verduras jaja. 

¿No te gusta tu cuerpo?, ¿Qué puedes hacer?

No, no te he vendido un título amarillista, es sólo que me gusta escribir y hoy me fui desde la raíz del asunto jajajaja, si te quedas en mi comunidad verás que preguntas A y yo te cuento A B C y D 🙂

Aquí te digo 5 tips que puedes implementar si no te gusta tu cuerpo:

1.- Conoce tu tipo de cuerpo:

No me refiero sólo a la forma que crees que tiene porque te mediste con un centímetro y te encontraste en uno de los 5 tipos universales. Debes tener en cuenta tu talla, tus proporciones, no importa lo que peses, no importa lo que midas, lo que sí importa es que lo conozcas para que en base a ese conocimiento real al día de hoy, y teniendo claros tus objetivos de imagen puedas vestir tu cuerpo sacándole el mejor partido.

No es lo mismo un cuero reloj de arena en talla 1.58 que uno de 1.78, ni tampoco es lo mismo un cuerpo de pera de proporción media, con un cuerpo de pera de volumen amplio.

Recuerda, tus objetivos en imagen no son los mismos que los de otras mujeres, así tengan el mismo peso, y la misma forma de cuerpo, no tienen los mismos gustos, entre otras diferencias.

Si quieres ayuda con eso, puedes ver mi servicio de Morfología y Visagismo aquí.

2.- Dale a partir de hoy mayor atención a tu interior:

No, esto no es trillado, ni soy la madre Teresa de Calcuta.  Lo que sí es cierto es que cuando tú te amas desde adentro aprendes a mejorar tu exterior desde un lugar muy diferente que el odio o el rechazo a tu cuerpo.

Sólo puedes transformar lo que amas y es por eso que quiero recordarte que tienes a tu disposición mi Guía gratuita de 10 días contigo, un descargable para que trabajes durante 10 días tu amor propio y tu autovaloración.  Puedes hacerte de ella aquí. 

1 DÍA A LA VEZ, NO ME HAGAS TRAMPAS.

3.- Embellece la parte que más te gusta de tí:

En vez de ocultar o tapar la parte de tu cuerpo que menos te gusta, mi propuesta es que te enfoques en la que más te gusta de tí.

Siiiiiiiii, que tu foco sea en embellecer la zona que más te gusta de tí, eso te hará sentir más segura.  Por ejemplo, en mi caso, adoro mi cabello, es negrito como lo fue el de mi mami, abundante y sano. Amo llevarlo suelto y bien cepillado, (excepto ahora que en mi ciudad es verano y del moño alto no paso porque me derrito) jajaja.

Mi cabello se ha convertido en mi sello personal, lo conozco, me gusta y le saco provecho, ¡claro que sí!.

Encuentra ese rasgo único de tí y maximiza su belleza, eso hará que dejes de pensar en la zona que menos te gusta de tí.  

4.- Cambia lo que menos te gusta:

Claro que sí.  Mi mensaje va de amor propio, no de conformismo.

No te gusta tu nariz, ok, es algo que en verdad te quita el sueño, dale, busca el especialista que te deje la nariz como la visualizas en tus sueños.

No te gusta tu peso, dale, inicia un entrenamiento que puedas sostener en el tiempo, es decir, encuentra el deporte que haga clic contigo.  No a todas nos gustan los mismos deportes, encuentra el tuyo y no lo dejes. Aliméntate, no comas para llenarte, como para nutrirte y ser feliz.  ¿Sabías que hay alimentos que te dan felicidad? (otro día hablamos de eso).

La idea es que cambies o mejores la zona que no te gusta.  Es muy válido, y no dejes que alguien te diga que si lo cambias es porque no te aceptas, al contrario, porque me amo, busco ser mi mejor versión, sino nadie se pusiera brackets, o se pusiera uñas en gel.

5.- Descarga tu regalo:

¿Sabías que nuestros pensamientos crean nuestra realidad?, 

¿Sabías que lo que nos decimos con frecuencia se manifiesta?

¿Cómo le hablas a tu cuerpo cada día?

Para ayudarte con tu nueva programación, te he grabado un audio.  Quiero que lo escuches al amanecer y que te acuestes oyéndolo cada día. Verás que si no lo interrumpes, al cabo de 21 días habrás formado el hábito de hablarte bonito, de mirarte con otros ojos y cuando hagas eso cada día de tu vida, serás mucho más feliz, porque la gratitud es la endorfina más grande que podemos recibir.

Forma parte de mi comunidad y descárgalo aquí.

Al escribirte esta carta, que aunque tiene la consigna de artículo, siento, que al menos el de hoy, es una carta de corazón abierto y tiene el propósito de llegar a las mujeres que hoy necesitan saber que sin importar la forma de su cuerpo o el peso que tengan, son más valiosas por lo que tienen para ofrecerle al mundo que lo que sus ojos ven el espejo.

Hasta aquí bonita el artículo de hoy, deseo para ti una vida más bonita, más feliz, y más organizada partiendo desde tu amor propio.

Con todo mi amor, Rosa Amelia.

P.d. 1 Mi papá sigue siendo el primer hombre más importante de mi vida.

P.d. 2 Hoy amo las verduras, y no existe almuerzo para mí en que no las incluya.

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